sábado, enero 28, 2006

Publica, que algo queda

Desde hace tiempo tengo varios asuntos sobre la mesa sobre los cuales escribir una entrada en este incipiente cuaderno de bitácora, pero la retroalimentación de los comentarios de los anónimos visitantes de este blog me impulsan a dejarlos de lado y ocuparme de otros temas. Hay quien, al hilo de mis comentarios sobre los Curriculum Vitae (CV), cree que no estaría de más examinar atentamente algunos de estos CV para comprobar la fiabilidad de la información. A ello añadiría yo que no estaría de más que alguien leyera también esas publicaciones que dicen haberse publicado.
En la última de El País de ayer, Juan José Millás ha escrito una columna titulada Hojear en la que reflexiona sobre la reciente noticia del médico noruego Jon Sudbo que se ha inventado unos cuantos artículos publicados en varias revistas científicas, de esas que llaman "con índice de impacto medio-alto". Llueve sobre mojado, sobre todo si tenemos en cuenta la que se organizó hace unas semanas con las escandalosas noticias sobre los fraudes cometidos por el científico coreano Hwang Woo Suk en sus últimas publicaciones científicas, o las recientes noticias sobre falsificación de fotografías en artículos científicos (leer noticia aquí).
Sostiene Millás, con su habitual agudeza, que parte del problema reside en que, en los tiempos que corren, escasean los lectores y sobran los hojeadores. Y los que nos dedicamos a leer lo que podemos (o lo que nos dejan), sabemos cuán cierta es esta afirmación, sobre todo si la aplicamos a ese género llamado "literatura científica". Al menos en el campo que mejor conozco, el de la Historia, puedo asegurar que son más los que escriben que los que leen, y que muchos de los que escriben lo hacen a tal ritmo que dificilmente pueden tener tiempo para leer, siquiera para hojear, como dice Millás, las publicaciones más importantes sobre el tema que escriben. En efecto, la máxima anglosajona Publish or perish, ha sido interpretada por algunos como una invitación a publicar de forma compulsiva, llegando incluso a llevar a la imprenta el mismo trabajo dos, tres o cuatro veces (en ocasiones sin llegar siquiera a cambiar el título).
Está claro que quienes actúan así confunden cantidad con calidad, pero lo hacen con la impunidad de quienes saben que muy pocos van a leer sus trabajos, revisarán las fuentes que cita, o se molestarán en comprobar sus conclusiones. En efecto, quien actúa así sabe que los colegas se limitarán a hojear sus publicaciones (sobre todo las referencias bibliográficas, por aquello de comprobar si les cita o no), y que, salvo raras execpciones, pocos investigadores leerán en profundidad sus trabajos.
Hace unos años leí un libro que recomiendo, Tribus y territorios académicos, cuyo autor (Tony Becher) defendía que "lo más importante que busca el académico no es el poder, tras lo cual va el político, ni la riqueza, tras la que va el hombre de negocios, sino la buena reputación". Pero, ¿qué reputación?. Para los amantes de los CV sobredimensionados está claro que ésta viene dada por el número de publicaciones (aunque ya puestos podríamos hablar de su peso en kgs), pero para quienes preferimos escribir un buen artículo antes que cuatro regulares, está claro que la buena reputación entre los pares debe venir dada por la calidad de las aportaciones, y no por su número. Creo que es preferible publicar lo justo antes que perecer publicando en exceso. Lástima que la mayoría de los que conceden becas, acreditaciones, complementos retributivos, habilitaciones y sexenios, no piensen lo mismo.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué razón tienes, Suetonio! La academia se ha convertido en una inmensa factoria de producir memeces sin sentido con el único fin de conseguir los compementos. Y como el sistema lo alienta y lo obliga, pues todos tan felices.
Aparte: me encanta tu blog :-) No sólo lo del estupidum vitae. Lo de Tindaya me ha gustado mucho, me ha llegado al alma. Llevo mucho tiempo con ganas de escribir algo sobre eso, pues todo lo que ha sucedido en torno a ese lugar sagrado es para figurar en la historia universal de la infamia. Ya lo has escrito tú y nada que yo diga lo va a mejorar.

Manuel Ramírez Sánchez dijo...

Gracias por tus comentarios Teresa. Sobre todo porque vienen de alguien cuyo blog está entre mis lecturas habituales desde hace tiempo. Anímate a escribir sobre Tindaya, estoy seguro de que tu post mejorará el mío y algunos tuyos muy buenos, como aquel que publicaste en agosto pasado sobre la investigación en Canarias. Aunque parezca que nadie nos lee, nuestras parrafadas quedan ahí, esperando su momento, por efímero que sea.

Anónimo dijo...

No son frecuentes mis incursiones en este medio pero la buena impresión de lo leído (¡que no hojeado!) y del perfil del autor me animan en este caso a participar. Vaya pues por delante mi enhorabuena por el blog y sirva como muestra de mi reconocimiento el hecho de que esté participando en él.

Mi comentario (repentizado, pensado sobre la marcha y por eso quizás algo deslabazado) viene sugerido por una observación que haces en tu artículo (¿se dice así?) "Publica que algo queda".

Estoy de acuerdo contigo en que es una perversión común en el medio académico aquello de "publicar o perecer". Común en su sentido más amplio: no es este un vicio exclusivo de la academia española, ni de aquellos que se dedican a las ciencias o a las letras, sino general a todas la áreas de conocimiento y culturas universitarias. De ahí que se tienda muchas veces a hacer de la elaboración de un Curriculum Vitae un ejercicio de ingeniería de los méritos hasta el punto de que a veces lo que se produce no son CV's sino con RV?s (Ridiculums Vitae).

Pero dicho esto tengo que mostrar mi desacuerdo con cualquier descalificación generalizada que pueda hacerse sobre la utilidad y validez del CV. Todo aquel que alguna vez se haya puesto a pensar sobre cómo hacer más racional y eficente la inversión de recursos públicos en investigación y desarrollo ha llegado necesariamente a la conclusión (si se hace honestamente) de que el mérito hay que acreditarlo, y que el CV es un registro de los méritos. Y si se hace bien, puede ser un excelente medio para distinguir el grano de la paja. Lo necesario y responsable es tomar decisiones basadas en registros objetivos. No caigamos en la aberración de nuestro "catedrático curandero" que llegó a decir poco menos que consideraba una indignidad que le pidieran que justificara sus solicitudes de subvención, siendo el quien era.

Por otra parte puedo asegurarte que aquellos que tienen que ver con acreditaciones, evaluaciones de la productividad científica y registros de I+D+i son sensibles y conscientes de que la cantidad no lo es todo, de que los indices de impacto no son verdad relevada y que buenas investigaciones se publican, en ocasiones, en revistas mediocres y otras no tan buenas en las de relumbrón. Los episodios que ilustran este son mucho y bien conocidos. Esto les preocupa y se trabaja activamente en depurar los sistemas para evitar el fraude, la superchería y la picaresca. Se investiga tambien en este campo (algunas investigaciones en biblioeconomía han demostrado que la única utilidad de muchas publicaciones y revistas es engrosar el CV de los que publican en ellas, porque ¡nadie las lee!, en línea con la observación que haces en tu artículo/comentario). Sin duda pues el sistema es mejorable, pero no existe hoy por hoy alternativa mejor ni con mayores garantías de objetividad.

Bueno será que evolucionemos de un sistema en el que se valore el mérito, a otro en el que lo que se mida sea el talento. Pero hasta entonces lo razonable es trabajar con lo que tenemos y preocuparnos por mejoralo.

Néstor

Manuel Ramírez Sánchez dijo...

Gracias por tu comentario Néstor, que contribuye a enriquecer mi post, con nuevas perspectivas de análisis. Coincido contigo en que los CVs son una herramienta útil, pero lo que hay que hacer es afinar los instrumentos de verificación de los mismos. Porque en esto de dar gato por liebre, los miembros de la Academia son unos auténticos linces (esto suena a fauna, que es lo que somos, la verdad). A lo mejor un día de estos me animo a escribir un post sobre cómo se vivió en mi Universidad la elaboración de los CVs para solicitar los complementos, en aquellos agitados días de septiembre de 2004.
Por otra parte, estoy seguro de que las agencias de evaluación cumplen su trabajo. Otra cosa es si lo hacen al 100% o se quedan en la superficie. En el caso de la ACECAU, con el presupuesto y el personal que tienen asignado está claro que no va a poder hacer mucho más de lo que ya hace. Pero ¿Y la Dirección General de Universidades e Investigación? Ahora que está de moda comparar a los catalanes con el resto de los españoles, creo que no estaría de más que los canarios comparásemos la situación de la I+D+i que se hace en Canarias (o mejor dicho, la que los políticos y burócratas nos dejan hacer)con la de otras Comunidades Autónomas. A lo mejor escribo un post sobre eso.
Un abrazo